Para que en la gente amanezca la sabiduría del dis-
cernimiento, antes los mayores deben dar un ejem-
plo de discernimiento y desapego. Si ellos corren
tras los placeres sensoriales con febril excitación,
¿cómo podría culparse a los jóvenes por su egoís-
mo y codicia? Los mayores deben practicar lo que
predican, mostrar como una vida divina otorga e-
quilibrio mental, alegría, contento y armonía.
También deben pasar al menos algún tiempo cada
día recitando el Nombre del Señor, o en medita-
ción. Entonces los niños absorberán esa atmósfe-
ra y con seguridad adquirirán la paz. Hoy, mu-
chos hablan con gran ardor de que no hay nada
tan dulce como el Nombre del Señor, pero no lo
repiten en absoluto. Los niños descubren rápi-
damente el engaño, si uno descuida su propio
progreso en el camino espiritual, pero al mismo
tiempo lo predica. La responsabilidad de aque-
llos que profesan el camino espiritual es grande,
y no debe ser socavada.
-BABA
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