En este mundo, para recibir una cosa
hay que dar otra. Si quieren un simple
pañuelo tienen que pagar diez rupias,
y sólo entonces el comerciante se lo
venderá. Dios es un comerciante muy
afectuoso. Si ofrecen aunque sea una
pequeña cantidad de devoción, el Mi-
sericordioso Señor derramará a cambio
sobre ustedes una cantidad infinita de
Gracia. Kuchela, la devota pobre, ofre-
ció al Señor Krishna un puñado de arroz
molido, y recibió Sus bendiciones en a-
bundancia. La reina Draupadi, durante
un momento muy tenso, oró con un co-
razón puro. Debido al pequeño sacrifi-
cio que ella había hecho antes, el Se-
ñor Krishna se apresuró a responder a
su llamado, y derramó Su Gracia infi-
nita para protegerla. Los frutos de la
acción son inevitables, y nadie puede
escapar de ellos. Sin embargo, hasta
cierto punto pueden anular o modifi-
car sus consecuencias, si se hacen
merecedores de Su Gracia.
-BABA
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