Para conocer el secreto del amor, debemos
comenzar por no confundirlo con el placer.
Diréis que sin placer el amor es muy aburri-
do e insípido. De ningún modo, porque el
placer sólo se refiere al plano físico. Más
allá del placer existe la alegría, la inspira-
ción, el arrebato, el éxtasis del que gozan
el alma y el espíritu. Cuando un hombre y
una mujer son capaces de darse un senti-
miento divino sin dejarse llevar por la pa-
sión, esta ternura, esta comunión entre
ellos, se vuelve extraordinariamente ex-
presiva, rica, intensa y hermosa. Es un
placer, ciertamente, pero un placer su-
perior, divino, que les hace inmortales.
Si no, ya conocéis la canción: "Amor, a-
mor, cuando tú nos dominas..." Sí, por-
que el amor es entonces como una fuer-
za bruta que se apodera de los seres y
los domina tan bien que ya no pueden
escapar de él; se convierten en sus es-
clavos. Desgraciadamente es así como
la mayoría comprenden el amor: el a-
mor que les aprisiona, el amor que les
quema, que les consume y les deja sin
fuerza. Porque han confundido el amor
y el placer.
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