Una vez, un devoto de Hanuman guiaba un carro
cargado de grano para el mercado. Por el cami-
no, una rueda se hundió en el barro y el carro no
podía avanzar. El carro también se inclinó un po-
co, y algunas bolsas cayeron al suelo. El devoto
se sentó sobre el carro y comenzó a orar a Hanu-
man. Completó el canto de los 108 nombres, y
también el de los 1008 nombres. Como no suce-
día nada, comenzó a culpar al Señor y a insultar-
le. Entonces Hanuman apareció, y le reprendió.
"¡Joven, en lugar de hacer tu tarea aplicando tu
fuerza al trabajo, te quedas ahí sentado orando
y comienzas a insultarme! ¡Vamos, pon tu hom-
bro en la rueda y empújala, cantando Mi nom-
bre! ¡Contribuye con esfuerzo propio, en pri-
mer lugar!" -dijo el Señor. Uno debe usar to-
dos los talentos que le han sido otorgados, hu-
mildemente y en calidad de oración. Hasta en-
tonces, no tenemos derecho a pedir la ayuda
e intervención del Señor.
-BABA
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