La mayor parte de los agricultores se alimentan
de la esperanza de sobrevivir. La esperanza les
sostiene mientras aran, siembran, plantan y a-
bonan los cultivos que cosechan. Esa esperanza
debe llegar a ser un hábito, no sólo durante la
agricultura, sino como parte de la vida cotidia-
na de todos, en todas las múltiples actividades.
Nunca des oportunidad a esa vil cosa, la deses-
peración, de carcomer los órganos vitales de la
actividad y el esfuerzo. La desesperación es un
pecado contra Dios. Si Él está dentro de ti ¿por
qué pierdes la esperanza? Por eso dice el Señor:
"¿Por qué temer, si estoy aquí?" Tú permanece
siempre alegre, optimista y valiente, sabiendo
que la conexión más fuerte entre tú y la Divini-
dad es cuando el agua vital del coraje y la espe-
ranza fluye en tu corazón.
-BABA
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