Había un hombre de Puttaparthi que vivía
en una cabaña solitaria a orillas del Ganga.
Se dedicaba a intensas austeridades, así
que era admirado por otros monjes. Un
día, mientras se bañaba en el río, oyó a un
grupo de peregrinos que acababan de bajar
de un autobús, hablando en telugu. Su ape-
go a la lengua materna le arrastró; les pre-
guntó de dónde venían. Lentamente se fue
dando cuenta de que eran del Distrito de A-
nantapur, Penukonda Taluk. Sus oídos an-
siaban mayores detalles. Cuando dijeron
que eran de Puttaparthi, el monje quedó
encantado, y comenzó a indagar acerca de
sus tierras, familia y amigos. Cuando supo
que varios de ellos habían fallecido, comen-
zó a llorar. Todos sus años de austeridades
se quebraron ante el embate del apego al
idioma. Practiquen el desapego desde aho-
ra, sin prisa pero sin pausa. No sigan aña-
diendo cosas que les aten. Átense ustedes
mismos al gran liberador: Dios.
-BABA
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