El servicio, en todas sus formas y en cualquier
lugar que se emprenda, es esencialmente una
disciplina espiritual, una limpieza de la mente.
Si no consideráramos así al servicio, con segu-
ridad el impulso de servir disminuiría hasta se-
carse; o bien podría desviarse hacia la vanidad
y la pompa. Piensen por un momento: ¿están
ustedes sirviendo a Dios, o está Dios sirviéndo-
les a ustedes? Cuando ofrecen leche a un niño
hambriento, o una manta a un hermano que
tiembla en el suelo, no están haciendo más
que colocar un obsequio del Señor en manos
de otro obsequio del Señor. Están depositan-
do el regalo de Dios en un repositorio del
Principio Divino. Recuerden siempre: ¡es
Dios quien sirve! Y les permite a ustedes
proclamar que han servido. Sin Su volun-
tad ni siquiera puede agitarse al viento u-
na brizna de hierba. Llenen cada momen-
to de gratitud hacia el Dador y Receptor
de todos los obsequios.
-BABA
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