La mente debe convertirse en sirviente del
intelecto, no esclava de los sentidos. Debe
discernir y desapegarse del cuerpo. Como la
fruta madura del tamarindo, que queda suel-
ta dentro de la vaina, debe despegarse de e-
sa vaina o caja que es el cuerpo. Golpea a
una fruta verde de tamarindo con una pie-
dra, y dañarás la pulpa que está adentro.
Pero haz lo mismo con una fruta madura, ¿y
qué pasa? Es la cáscara seca la que cae, sin
que nada afecte a la pulpa ni a la semilla.
El aspirante maduro no siente los embates
del destino ni de la fortuna. Es el hombre
inmaduro el que resulta herido por todos
los golpes. Así también, tu ignorancia de-
be caer, mediante tus propios esfuerzos.
No ocurrirá como un obsequio ni como un
milagro. La Verdad, la Bienaventuranza
y la Paz que logres a través de tu lucha
contra la falsedad y la injusticia, serán
para ti un tesoro perenne.
-BABA
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