Cuando la angustia del corazón de un devoto es
expresada como un grito, un quejido o un suspiro,
el Señor corre al rescate; el Señor no está más
lejos que el alcance de ese sonido de desespera-
ción. Él está siempre alerta, escuchando el gri-
to y el llamado de Sus hijos. Su residencia está
a una distancia tal que le permite oír cada llanto,
de cada corazón afligido. Recuérdalo: el Señor
está desprovisto de apego y de odio. Es Su Natu-
raleza el mantener, nutrir y proteger al justo, y
amonestar al malvado. Está siempre enfocado en
restaurar a los seres humanos la visión que nece-
sitan para volver sus pasos a la senda de la mora-
lidad y el control de sí mismos, y poder así lograr
el conocimiento del Ser.
-BABA
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