El hecho de repetir el Nombre del Señor salvó
a Prahlada de la agonía de la tortura. Apren-
dió el Nombre Sagrado y comprendió su dulzu-
ra. Lo cantó constantemente e interiorizó su
sabor nectarino. Cuando los elefantes enfure-
cidos se abalanzaron sobre él, no llamó a sus
parientes físicos para que lo rescataran; ins-
tantáneamente gritó "Narayana". El Señor es
la fuente de fuerza para el débil y el fuerte;
Él es el Poder Supremo. Cuando Prahlada adop-
tó el Nombre del Señor, los elefantes furiosos
retrocedieron, ningún fuego pudo tocarlo, ni
veneno alguno pudo afectarlo. El Nombre del
Señor fue su armadura, su escudo, su respira-
ción; de hecho, su vida misma. Para cantar el
Nombre Divino no hay que incurrir en gastos,
no se requieren materiales, ni algún sitio o
tiempo especiales. No importan la erudición,
la casta ni el credo. Cuando se frota un trozo
de hierro sobre un bloque de piedra, se genera
calor. Así también, para generar el calor sufi-
ciente para derretir el blando corazón del Se-
ñor, repitan el Nombre Divino, vigorosa y cons-
tantemente. Entonces el Señor derramará Su
Gracia. -BABA
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